DIAGNÓSTICO
Se estima que entre un 30 o 40 % de los casos de Alzheimer podría estar sin diagnosticar, de los cuales un 80 por ciento pertenecen a un estadio leve.
El diagnóstico de la enfermedad se realiza a partir de datos sobre los problemas de paciente en cuanto a memoria, aprendizaje, el día a día y preguntando a personas que conviven con el supuesto enfermo.
Los análisis de sangre y orina descartan otras posibles enfermedades que causarían demencia y, en algunos casos, también es preciso analizar fluido de la médula espinal.Resulta importante que el paciente cuente con un apoyo cercano de un familiar o una persona de su entorno, ya que el propio enfermo puede tratar de minimizar los síntomas del Alzheimer que sufre a la hora de explicarlos. Además, debido a los trastornos de memoria que sufre o el resto de problemas puede que el propio paciente no dé a conocer todo lo que percibe que le ocurre.
La realización de test también resulta muy útil para detectar si una persona cuenta con deterioro cognitivo. A esto se le llama prueba de cribado o screening cognitivo. Se trata de una serie de tests que tratan de determinar si las habilidades cognitivas de una persona se han visto afectadas de alguna manera. Son tests sencillos, que no implican grandes costes, y cuya rapidez en realización permiten obtener rápidamente un resultado. Algunos de estos tests son:
- Eurotest: consiste en la manipulación de monedas de euro para estudiar la memoria o la capacidad para manejar dinero.
- Exploración Neuropsicológica Mínima en Demencias: consiste en siete pruebas con diferentes fines.
- Memory Impairment Screen: para la memoria verbal.
- Test de los siete minutos: es una prueba que permite diagnosticar la enfermedad de Alzheimer en las primeras fases y en pacientes de todas las edades, midiendo la orientación temporal, la capacidad del paciente para recordar y aprender, la fluidez del lenguaje y su habilidad para dibujar.
TRATAMIENTO:
Como se trata de una patología de evolución lenta, desde que aparecen los primeros síntomas hasta que se inicia una etapa de mayor gravedad pueden pasar años. Y, aunque por el momento no existe ningún tratamiento que revierta el proceso de degeneración, sí se disponen de fármacos que pueden retrasar, en determinadas etapas de la enfermedad, la progresión de la patología.
Entre los más destacados están los anticolinesterásicos o inhibidores de la acetilcolinesterasa, fármacos que elevan los niveles de acetilcolina en el cerebro.
Tacrina, donepazilo, galantamina, memantina y rivastigmina son los más indicados en las primeras fases de la dolencia. Con estos medicamentos se mejoran las fases iniciales y moderadas de la patología, retrasando el deterioro de la memoria y la atención. Pueden presentar efectos adversos tales como náuseas, vómitos o diarrea.
Según la Fundación del Cerebro y la Fundación Española de Enfermedades Neurológicas, las tasas de efectividad son elevadas: un 50 por ciento de los pacientes responde positivamente a la administración del medicamento, mientras que un 20 por ciento responde en mayor medida de forma positiva que la media. Por el contrario, el 30 por ciento de los pacientes no responde a la medicación.
Este tipo de tratamiento se combina con otro que se administra en función de diversos síntomas que acompañan a la enfermedad, tales como la depresión, estados de agitación, alteraciones del sueño...etc.
Muy importante también es la disposición que deben tener aquellas personas encargadas del cuidado del paciente. Cuidar a un enfermo de Alzheimer puede ser complicado debido a los cambios de humor o problemas de memorias, pero si se adopta la actitud adecuada el tratamiento puede hacerse más llevadero.
La Fundación del Cerebro y la Fundación Española de Enfermedades Neurológicas ofrecen algunos consejos sobre este aspecto como:
- No dar órdenes ni exigencias, tratando de mantener un tono positivo siempre.
- Hablar claro y explicar las cosas de forma relajada y lo necesariamente extensas que sea posible para que el paciente pueda comprender lo que se le trata de decir o explicar.
- Tratar de que el paciente tenga su propia independencia y ayudar en la medida de lo posible, sin anular sus acciones.
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